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¿Tinto: No quiere mejor un rosado?

El vino de hoy ya no es lo que antes era. Cambiaron las sociedades, los gustos, las distancias, el acceso al conocimiento, los estilos, el hambre y las ganas. En el vino, la transformación no es radical. Es silenciosa. Viene de antes.

Comenzó en los años 60 y 70 en la Toscana y el Piemonte. En los años 80 en algunas regiones de España. Los aristócratas en Francia siguen apelando a sus castillos, que ahora compran los multimillonarios asiáticos, con el Barón adentro. Después el cambio llegó a todas partes, mientras los cartógrafos modifican los mapas porque el mundo desde 1988 cambió. Y parece que seguirá cambiando.

En vinos, la tierra ya no es tierra sino suelos y parcelas. El embotellar por naciones ya no sirve. La bandera ya no importa tanto. La visión del “campo productivo” comenzó hace rato a ser diferente. Se habla de castas, ensamblajes y coupages.

Por su color con bandera y geografía, el vino ya no se vende. El tinto puede venir de muchas partes. Tantas, que usted no se imagina. Ese cambio en el estilo de producir tiene muchas vertientes: la educación, la formación de nuevos profesionales que aportan visiones y ensayos diferentes, el relevo generacional en bodegas y propiedades, la mezcla de talento entre los veteranos y los jóvenes en los procesos de elaboración.

Después de decenios en que sólo los viejos quedaban poblando y atendiendo los viñedos, ahora han regresado los jóvenes. Tienen estudios y ganas. Quieren rescatar la tradición, pero a la vez transformarla. No van a repetir el rojo o el blanco que hacía su abuelo. Ahora están de moda los rosados, y los espumosos para beberlos a cualquier hora. Lo dicho: Ya nada es lo que antes era. ¿Por cuánto tiempo? No se sabe.

Alberto Soria


PUBLICADO: 16 de marzo de 2015