Durante la noche de este jueves se dio inicio el primer diálogo político entre el Gobierno y dirigentes de la oposición venezolana en 15 años, desde la llegada del chavismo al poder. El encuentro se realizó en el Palacio de Miraflores y tuvo una duración de 6 horas. Arrancó a las 8 pm pm y culminó en la madrugada del 11 de abril, justo 12 años después de los hechos que desencadenaron el actual clima de polarización política que mantiene a Venezuela dividida en dos.
Como actores con derecho a palabra hubo 12 representantes del Gobierno -incluido el presidente Nicolás Maduro-, 11 de la oposición, y como observadores y mediadores: el nuncio Aldo Giordano por parte de la Iglesia Católica y los cancilleres de Colombia, María Ángela Holguín; de Brasil, Luiz Alberto Figueiredo; y de Ecuador, Ricardo Patiño; en representación del bloque de la Unión de Naciones Suramericanas.
El primer acuerdo tangible de la peculiar cita fue el reconocimiento del otro por parte de cada bando, al sentarse en una misma mesa a “dialogar”. El Diccionario de la Real Academia Española define diálogo como una “plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”, también como “discusión o trato en busca de avenencia”. Pero, ¿fue realmente un diálogo? ¿estaban las condiciones dadas? ¿se percibe algún avance luego de este primer encuentro?
¿Diálogo o monólogo?
Los temas más abordados por la oposición en sus distintas intervenciones fueron las constantes violaciones a la Constitución, lo que calificaron como “el fracaso del modelo económico actual”, el hecho de que el diálogo sea algo extraordinario en Venezuela y no parte de la dinámica política nacional como lo demanda un sistema democrático.
Por su parte, el discurso oficial, se enfocó en hacer reiterados llamados al “respeto de la voluntad popular” expresada en los procesos electorales, en destacar el carácter violento de algunas manifestaciones, de las que la oposición –según el Gobierno– no sea deslindado por completo; y en traer a colación violaciones a derechos humanos, ocurridos en gobiernos anteriores.
La jornada destacó también por rostros de asombro y negación que se asomaban entre alguna intervención de parte y parte, risas –irónicas casi todas- y gestos fuertes y acusatorios al momento de hablar. El agua Minalba -envasada por Polar- se reconocía, a pesar de haberle retirado la calcomanía, y hacía contraste con el jugo de algún fruto rojo, que casi todos los asistentes tomaban; mientras otros como el gobernador de Anzoategui, Aristóbulo Istúriz, se entretenían de tanto en tanto, jugando con la copa de maníes que lo acompañaba en la mesa.
Capriles, como ya es costumbre, se refirió al primer mandatario por su nombre: Nicolás, y dedicó casi toda sus intervención a hablarle directamente sobre las elecciones de 14 de abril, y sentenció que “o esto cambia, o esto revienta”, similar a las palabras del gobernador de Lara, Henri Falcón, quien enfatizó que “o dialogamos o nos matamos”.
El gobernador de Anzóategui, Aristóbulo Isturiz, se refirió a las protestas que se han dado en el país desde el mes de febrero: “No se puede condenar la violencia y defender a los violentos. No todos son estudiantes, los estudiantes de este país no son criminales”. Seguidamente reivindicó a los colectivos, a quienes se les ha acusado de amedrentar a los manifestantes: "Se quiere criminalizar a los colectivos con matrices de opinión”. El canciller Elías Jaua también aludió a un doble discurso por parte de la oposición: “Ustedes hablan de que convocaron al diálogo el 23 de enero. Otros sectores de ustedes convocaron a la salida del presidente electo”, comentó.
Quien se robó el show durante su intervención fue el secretario general de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, que hizo gala de su bagaje político durante los más de 10 minutos que habló, en los que se refirió de forma reiterada a las violaciones a la carta magna, subrayando que “dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada” y desencajó al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, cuando intentó interrumpirlo mientras hablaba del vacío de poder y posterior golpe de estado que se vivió el 11 de abril de 2002. ”Mira, yo no estoy en la Asamblea, acuérdate que yo no soy subalterno tuyo”, contestó Allup.
Jorge Rodríguez fue el último de los interlocutores en hacer uso de su derecho de palabra y realizó un ejercicio de retórica con alusión a la reducción al absurdo en la que destacó los logros del proceso político y social iniciado por el fallecido presidente Chávez: “Supónganse que es una alucinación. Si eso es así ¿Por qué en ningún barrio de Caracas, de Venezuela, de ningún sector popular ha bajado el pueblo a arrasar como ha sido convocado?”, dijo.
PUBLICADO: 11 de abril de 2014