Sabemos que sostener nuestra calidad de vida requiere de energía, que los combustibles fósiles producen dióxido de carbono y que su acumulación en la atmósfera junto a otros gases originados de la actividad humana son causa del calentamiento global y el cambio climático. También sabemos que hay muchas desigualdades; que buena parte de los pobladores del planeta necesitan mejorar significativamente sus condiciones de vida y que todos queremos vivir mejor. Todos tenemos aspiraciones. Los seres humanos las hemos tenido desde que aparecimos sobre la faz del planeta. Nuestras expectativas por una vida mejor son crecientes e intuimos que mientras existamos como especie las seguiremos incrementando. A lo largo del último siglo hemos venido conociendo mejor los límites del mundo; pero, si algo aún no conocemos es cuál es el límite de nuestra imaginación.
Ya no podemos seguir confiando el sostén y la mejora de nuestra calidad de vida en la posibilidad de explotar recursos naturales en forma indefinida. Hace diez años era difícil avizorar que tecnologías tan bien asentadas como la de los motores de combustión interna en la industria automotriz, pudieran ser desplazadas. Sin embargo, en la última década los motores eléctricos han venido invadiendo el mercado. En Japón, por ejemplo, los vehículos híbridos, que trabajan con motores de combustión y eléctricos, fueron más de 10% de los vehículos nuevos vendidos en 2013. Y tanto en Noruega como en Holanda, 6% de los automóviles que se venden en la actualidad son completamente eléctricos, equipados con baterías de litio que se recargan enchufándolos al tomacorriente cuando no están en uso.
Como sabemos, nuestra dependencia del petróleo ha aumentado en los últimos años y las exportaciones petroleras representan en la actualidad 96% de las exportaciones venezolanas. A la par con el incremento de nuestra dependencia en la explotación de nuestro principal recurso natural, hace ya una década que el Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual no otorga patentes de invención en Venezuela. En el mismo período, el registro de patentes aumentó 26% en los Estados Unidos y 50% en América Latina. Y en materia de producción científica, la prestigiosa revista Natureinforma que en los últimos 20 años la producción científica de Brasil se ha multiplicado por cinco a la par que su economía se triplicaba en términos de poder adquisitivo.
Venezuela es el único país suramericano cuya producción científica va en declive, con una caída de 29% entre 2009 y 2013. Mientras en muchas naciones el crecimiento económico descansa en buena medida en la creación de conocimientos, en la nuestra es un ejercicio exclusivamente académico; cerca de 85% del conocimiento surge de las universidades, fundamentalmente las autónomas, incluyendo la Universidad Simón Bolívar, y el resto del IVIC.
¿Por cuánto tiempo podremos seguir manteniendo una dependencia absoluta de nuestra economía en el petróleo? La ciencia y la investigación científica ofrecen rutas seguras hacia la mejora de la calidad de vida y el desarrollo social y económico de la nación. Necesitamos prestar mucha mayor atención a la ciencia. Tan solo 2% de nuestros estudiantes obtiene grados en ciencias básicas, mientras que en Brasil es 6% y en España 8%.
Debemos volcar nuestra educación hacia la creación, el emprendimiento y la innovación. La innovación es la única vía posible hacia el desarrollo sustentable.
@bscharifker
PUBLICADO: 22 de septiembre de 2014