La interrogante debería ser: ¿Qué vaina es esa? Incrustada en plena autopista del este de Caracas, una valla publicitaria de extraordinaria locación obstruye la vista al Ávila, único alivio visual y espiritual de esta franquicia del infierno en la que se ha convertido la capital venezolana.
La valla en cuestión ofrece un producto que en cualquier País decente, de esos donde matan 5 personas al año con armas de fuego, sería un completo fracaso mercadotécnico. Pero para un caraqueño, poseer una puerta que aguante el ataque de un fusil Kaláshnikov es un bien que mas que atractivo, se vuelve un artículo sumamente… ¿Sexy?.
La pregunta - ¿Qué vaina es esa? – debería encenderse en nuestro cerebro como una alarma – ERUUUUGEEE, ERUUUUGEEE – Sí, así como las de los submarinos cuando han sido impactado por un torpedo; lo cierto es que la idea de poseer una puerta anti fusil o ametralladora, encaja perfectamente con el mejor eslogan publicitario nunca antes creado en estas tierras: Es mejor tenerlo y no necesitarlo, que necesitarlo y no tenerlo. Lema de adaptabilidad infinita que funciona para cualquier cosa, desde una marca de preservativos hasta para la suegra de uno.
La desgracia de esta efectiva valla, es lo que llaman el texto subyacente, o como se dice en la jerga criolla: ¿Cómo sabes tú que la Guaira es lejos? Dicho que utilizamos para poner en evidencia a alguien que afirmó algo y que al hacerlo, se sabe que es porque ya vivió la experiencia. ¿Cómo tú sabes que yo necesito una puerta Anti-Kaláshnikov?
En Caracas cualquier razón es buena, desde que vives en una zona roja hasta que eres vecino de Ramón Muchacho, la lista por la que necesitamos esa puerta puede ser larga, haga el ejercicio con imaginación y se sorprenderá. En mi caso que soy medio sádico y me gusta escuchar trova cubana mientras me ejercito en mi caminadora, siempre he pensado que corro mucho peligro con esta práctica, ¿Qué sé yo si tengo un vecino armado, expropiado y medio rascao?.
Justamente lo que espeluca de esta elegante valla, perfectamente diseñada por su simpleza, austero uso de palabras y cruda franqueza; es que nos pulsa el botón del pánico. Somos venados que salimos a la sabana todos los días, tarde o temprano nos tocará nuestro número y allí afuera hay “Very Bad hombres” que sorprendentemente tienen su Kaláshnikov… La favorita de grandes generales y otros pranes.
Mijail Kaláshnikov fue el ruso que creó el fusil, también conocido con el nombre AK-47, el 47 es por el año en que fue creada, dos años después de finalizada la segunda guerra mundial. Es el instrumento bélico más mortífero del mundo y también es el Volkswagen de las armas de guerra, aguanta cualquier clima, nunca se atasca y es de lo más barato que se encuentra en el mercado.
Han calculado que esta arma ha matado más gente que las 2 bombas atómicas lanzadas al Japón, tiene más muertos que el virus del SIDA y la peste bubónica juntas. 250 mil personas mueren al año bajo el fuego de este fusil, es el arma oficial de más de 50 ejércitos nacionales en el mundo, aparece en la bandera de Mozambique, así como en los escudos de Zimbabue y Timor Oriental. Es el arma que empuñó Salvador Allende defendiendo el palacio de la moneda y es la única arma que disparaba Osama bin Laden en sus videos desde la clandestinidad.
¿Su precio? 400 $ por unidad. El gobierno compró 100 mil unidades en 2005 a un precio inflado de 1200 lechugas. (1) Pero no temáis conejitos, están en muy buenas manos y solo se usarán en caso de que la planta insolente intente pisotear la patria. Vasié. (Ver The Venezuelan AK-47 Factory)
Sin duda el best-seller más imponente de la muerte desde el meteorito ese que acabó con los dinosaurios. Afortunadamente para el bolsa promedio, la corrupción se erigió victoriosa ante el proyecto de abrir una fábrica de fusiles Kaláshnikov en el país del nunca jamás, donde es más fácil conseguir cocaína que pan - ¡Perdón! - Donde se consigue uno a campanita y Peter Pran.
¿Cómo usar el terror para mercadear con éxito? Definitivamente no es el nombre de un libro que usted verá en alguna librería, pero lo cierto es que desde los 60, ya los psicólogos sociales intuían que el miedo es el mejor disparador de las ventas.
Joel Axelrod en 1963, estudió a un grupo de individuos a los que se les proyectó una película sobre los crímenes de guerra de los Nazis con pausas publicitarias, y demostró que los productos baratos y sin “clase” eran evaluados negativamente, pero sorprendentemente, los productos de lujo que generan estatus social eran percibidos favorablemente. ¿Quién se lo hubiese imaginado? El miedo vende Ferraris, no detergentes.
La conclusión fue que cuando a un individuo se le recuerda su inevitable mortalidad, genera un mayor interés en la compra de un artículo que le da caché dentro de su cultura. Se dispara el mantra: “Sólo se vive una vez… y a mí estos reales en el más allá no me sirven de nada”.
Esa valla es especial. Ante su presencia me ubico, me pongo alerta, escondo mi teléfono y recuerdo lo mucho que aun sigo amando a Caracas; esa mujer bella de tendencias suicidas que hace rato dejó de ser la tímida y coqueta ciudad de los techos rojos; para convertirse en esa caminadora de la mala vida donde las casas tienen puertas Anti-Kalashnikov.
PUBLICADO: 09 de marzo de 2017