Desde los inicios de la década en curso la opinión pública, en Venezuela, experimentó un punto de encuentro en las muchas y muy válidas razones para el descontento: inseguridad, desempleo, inflación, desabastecimiento, carencias en servicios básicos, violaciones a las libertades y derechos laborales e individuales; problemas que han encabezado los tormentos que a diario asechan a los ciudadanos y que con el paso de los meses, lejos de disminuir, han recrudecido. Así lo documenta el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) http://www.conflictove.org.ve.
Para los venezolanos, la cotidianidad transfigurada en abismo no ha sido un fenómeno sorpresivo, sino un doloroso proceso que venía gestándose desde hace más de una década. Las protestas masivas que se apoderaron de la escena pública desde febrero 2014, terminaron por cuartearle el frágil barniz democrático a un gobierno al que la tirria contra las opiniones disidentes y los valores democráticos se le venía haciendo difícil de obviar hasta a sus aliados más comprometidos.
Hay tres factores que claramente diferencian esta fase de las previas. En primer lugar la manera como se ha engranado la protesta masiva. Ya no son manifestaciones aisladas. A la conflictividad social se le da ahora una lectura claramente política que apunta al fracaso de un modelo y de unos actores que deben ser reemplazados para que retornen, en el imaginario colectivo, los conceptos de futuro y progreso. En segundo término, la reinvención de un movimiento estudiantil que no sigue los lineamientos del liderazgo opositor convencional y que ha asumido la lucha por la reconquista de la democracia con un sacrificio y un compromiso total, a pesar de que la criminalización de la protesta con sus múltiples y perversos mecanismos de represión y persecución, le ha impuesto a la calle el precio más alto.
En tercer lugar, tenemos el control total y real de los medios de comunicación social. Los medios de comunicación convencionales en Venezuela (TV, radio y prensa escrita) ya no le informan a sus ciudadanos lo que está ocurriendo. Por supuesto quedan islas que se constituyen en valiosas excepciones que persisten en su labor informativa contra viento y marea.
Las redes sociales son con demasiada frecuencia la única forma de circular información con inmediatez. Pero ¿quiénes nutren las redes sociales? En el caso específico de Twitter, los estudios de investigación reportan que son esencialmente jóvenes (menores de 35 años) que hacen vida en las principales urbes, con un nivel de instrucción universitario y un nivel socioeconómico medio. Lo anterior se traduce en que los twitteros vernáculos representan alrededor de 10% de la población del país. Lo cierto es que al perder a la televisión, con su penetración total en los hogares venezolanos, bajo el signo del autoritarismo, los otros medios convencionales, incluyendo a la TV por cable, poco logran hacer para redimir el derecho a la información de los venezolanos. Eso nos ha colocado en una situación paradójica de depender de la cobertura y reporte de medios internacionales para conocer lo que ocurre puertas adentro. Y para todos aquellos que no tienen la opción de sintonizarse con medios internacionales, conformarse con un relato parcial, con un rompecabezas incompleto al que indefectiblemente le faltan piezas y que por ende dificulta cualquier proceso real de entendimiento y concertación de expectativas y proyectos.
Mariana Bacalao
PUBLICADO: 15 de julio de 2014