Los números de audiencia han sido desastrosos en los últimos años. No solo los de la Academia y su socio ABC. También los del Globo. Por eso los productores de la ceremonia han contratado a un duro: al cineasta Steven Soderbergh, director de "La gran estafa". Él no solo ha dicho que no habrá zoom en la gala, sino que la ceremonia será una "gran película". ¿A qué se refiere? Está por verse. Pero la del Óscar sigue siendo un negocio de más de 129 millones. Y eso no es despreciable
Todo hace pensar que la ceremonia del Oscar del próximo domingo 25 de abril será un gran fracaso. Lo dicen los índices de rating de los últimos años, que han disminuido sin remedio edición tras edición. Lo corroboran las mediciones que tuvo la gala del Globo de Oro el mes pasado, solo vista por 18 millones de personas, es decir, 60% menos que el año anterior. Y ni qué decir del número de espectadores de los Bafta hace una semana, que ha terminado por demostrar que el covid también ha impactado a los grandes espectáculos de premiaciones.
La Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas (Ampas, según sus siglas en inglés), fundada en mayo de 1927, se mantiene sobre todo gracias a la pompa de los premios que comenzaron a entregarse dos años más tarde y, claro, a todo el oro que recauda la ceremonia anualmente. Que ha ido disminuyendo, pero no es poco.
Por eso es que la gala del Óscar es tan importante para la Ampas, que recibe 75 millones de dólares anualmente de ABC. Y también para la cadena de televisión, que obtiene ganancias por la venta de los segmentos publicitarios durante la transmisión. En 2020, por ejemplo, se embolsillaron 129 millones. Nada despreciable.
El problema es que las cifras de rating no han dejado de bajar. El año pasado el show fue visto por 23, 9 millones de personas, lo que encendió todas las alarmas de ABC. Y en esta ocasión, en plena pandemia, nada parece indicar que habrá una recuperación considerable.
Porque los grandes estudios han tenido que atrasar los estrenos de sus películas o sencillamente apostar por mostrarlas en sus plataformas en línea sin el derroche publicitario que acostumbran, así que los resultados no convencen a nadie. Por un lado, la nueva cinta de 007 se niega a ser despachada en Internet como hizo Disney con su princesa Mulan, que casi pasó desapercibida. Y por el otro, los llamados blockbuster tampoco tienen gran cabida en las listas de la Academia, que reservan las producciones taquilleras a las categorías de premios técnicos al estilo de Mejor edición, montaje y sonido.
Este año ni siquiera hay una película como Avatar o El señor de los anillos, capaz de arrasar con las candidaturas de los miembros de la Academia, que ya suman 6.000; y que le dan mayor visibilidad a la ceremonia del Oscar.
Para algunos críticos, los organizadores de la ceremonia no han podido dar con un anfitrión que logre atrapar nuevas audiencias. Lo intentaron al elegir a James Franco y a Anne Hathaway en 2011, pero la pagaron demasiado caro al ver en vivo la seguidilla de errores que ambos cometieron frente a las cámaras.
Para otros, el gran problema del Oscar tiene que ver con la falta de diversidad en las nominaciones y, por supuesto, en los ganadores. Así que 2015 fue activada la etiqueta OscarSoWhite (OscarTanBlancos). ieron frente a las cilleras a loes. Y en 2015 n 2015 se oneseguidilla de errores que ambos cometieron frente a las cilleras a loY al año siguiente sucedió lo que muchos temían: más de uno se quejó de que algunos terminaron llevándose a casa sus estatuillas más por el color de su piel que por merecer el galardón.
La verdad es que los productores han intentado de todo con tal de subir los números de audiencia. Le prohibieron los discursos largos a los ganadores para restar horas al espacio televisivo, que suele durar maratónicas casi cuatro horas. Sacaron del aire las categorías menos populares. Y hasta sugirieron crear una nueva categoría: Mejor película popular para incluir cintas de superheroes. Pero los más puristas chistaron rápidamente.
Para muchos, la clave es “el entretenimiento”. Y el Óscar no ha podido crear una fórmula que se divorcie mucho del aburrido listado de ganadores, dosificados con unos pocos números musicales sin gran atractivo.
Así que para este año contrataron nada menos que a Steven Soderbergh, el director de Sexo, mentiras y video, La gran estafa y Contagio para que tratara de sorprender al público y tratar de “re-imaginar” el show. Vaya compromiso.
Lo cierto es que el cineasta, considerado de culto, ha dejado escapar algunos detalles. Como que, en vista de las dificultades técnicas vistas en los Globo de Oro, no habrá zoom en la gala. Lo que habrá son transmisiones simultáneas desde lugares diferentes de Los Ángeles, incluso de algunos “hubs” en Londres y París que permitirán la participación remota. Y también que la gala será lo más parecido a una película. ¿Qué ha querido decir? Ya sabremos el próximo 25 de abril, el día de la transmisión a través de ABC (y de TNT en el caso de la señal para América Latina en los servicios de televisión por suscripción) con todos los detalles.
Sin embargo, nada de ello parece ser garantía de que las grandes audiencias se sumen al espectáculo. Sobre todo porque el Oscar poco tiene que ver con cifras de taquilla en los últimos años sino con factura cinematográfica y, sobre todo, con lobbie de las grandes productoras, que siguen condicionando qué cinta y qué actores deben estar presentes en las grandes listas.
Este año la gran favorita a alzarse con el premio mayor, esto es, el de Mejor película es Nomadland, el film de la realizadora china Chloé Zhao acerca de las comunidades nómadas que sobre todo se echaron a las carreteras tras la devastadora crisis financiera de 2008. También Minari, un drama ambientado en Arkansas sobre una familia coreano estadounidense que se muda a una casa rodante e intenta construir su vida desde cero.
En la lista están igualmente El padre, que intenta sentar al público en lo que significa tener a un familiar cercano que padece de alzheimer. Y Una joven prometedora (Promising Young woman), tal vez lo más cercano a eso que llaman “streaming”: una comedia de humor negro acerca de una vengadora de los violadores y abusadores sexuales.
Películas que, más allá del impacto dejado por la pandemia, han tenido un impacto muchísimo menor que los taquillazos de Marvel, Star War y Píxar, y por ende no llaman la atención del gran público. De modo que una buena pregunta sería, ¿de verdad el público quiere ver al Capitán América recibir un Oscar?
PUBLICADO: 19 de abril de 2021