El "efecto Venezuela" no funcionó en España y sí lo hizo el temor a las "tres derechas", por lo que el socialista Pedro Sánchez se mantendrá al frente del gobierno con casi absoluta seguridad, aunque para ello deberá pactar con Podemos -una alianza prácticamente segura- y alguna otra fuerza, posiblemente del separatismo catalán.
Al final, la estrategia del Partido Socialista Obrero Español de polarizar ideológicamente la campaña electoral logró su objetivo y Sánchez quedó a 53 escaños de la mayoría absoluta. Podemos le daría 42 y los nueve restantes deberían provenir de fuerzas como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que alcanzó 15 asientos en las Cortes, tras un contundente triunfo en los comicios catalanes.
También cabe la posibilidad de un pacto con la fuerza de centroderecha, Ciudadanos, que salió con 57 escaños, pero este partido se ha mantenido alineado con el bloque de centroderecha, que tras unos resultados que fueron especialmente malos para el Partido Popular, quedó prácticamente disuelto.
La situación de Venezuela fue parte importante de los discursos de campaña, pero no fue capitalizada políticamente por el PP y Ciudadanos en los dos debates que se hicieron en Radio Televisión Española y en la red privada Atressmedia, donde la izquierda generó temor con más eficiencia con temas relacionados con los derechos de las mujeres, la violencia de género y el estado de bienestar, específicamente la vigencia del sistema de pensiones, supuestamente en riesgo si llegaba al poder el bloque derechista.
El triunfo de Sánchez es una noticia mala para la causa democrática venezolana, porque con Podemos en plan de socio de gobierno, España, que reconoció oficialmente al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como mandatario interino, podría marcar distancia con la lucha del líder parlamentario por un cambio político en el país.
Hasta ahora, la estrategia de Sánchez sobre Venezuela ha sido de condena verbal a Maduro, pero, en la práctica, favorece el modelo de negociación que postula el ex presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; por cierto, mentor de Pedro Sánchez, quien se ha distanciado de la "vieja guardia" de su partido, encabezada por el también ex presidente Felipe González.
El Partido Popular, que postuló a Leopoldo López Gil, padre de Leopoldo López, al parlamento europeo, y ha llevado la vanguardia en el respaldo a las fuerzas democráticas en Venezuela, sufrió la peor derrota de su historia, al alcanzar solo 66 escaños, alrededor de la mitad de los que ocupó en 2016.
Ciudadanos duplicó su caudal electoral y Vox, la fuerza de derecha emergente, debuta en el parlamento con 24 escaños, un resultado decepcionante si se miran las previsiones de las encuestas previas.
Pedro Sánchez, incombustible
El líder del Psoe, Pedro Sánchez, llegó al poder tras una moción de censura contra el ex presidente Mariano Rajoy que obtuvo una mayoría multipartidaria, incluyendo a los independentistas vascos y catalanes, en junio de 2018, porque el socialista solo contaba con 90 parlamentarios.
Sánchez ha demostrado ser uno de los líderes más tenaces e incombustibles de la historia reciente de España. Tras llegar a la Secretaría General, como candidato anti maquinaria, en 2014, obtuvo un pésimo resultado en las elecciones generales de 2015, lo que llevó a una suerte de "golpe de mano" que lo separó del liderazgo del partido de la rosa en 2016.
El dirigente de 47 años se negaba a aceptar la investidura de Rajoy, con su célebre "no es no", pero la ejecutiva de su partido lo depuso para facilitar el gobierno del entonces líder del PP antes de ir a unas nuevas elecciones y arriesgarse a un peor resultado.
Sánchez regresó para convertirse en presidente por una maniobra parlamentaria y, después de enfrentar varios escándalos -entre ellos la acusación de haber falseado su tesis doctoral-, ahora se asegura, prácticamente, un mandato con mayoría sólida en la cámara, aunque posiblemente no se consiga en un primer debate.
La campaña electoral de Sánchez evitó riesgos, no se basó en una sobreexposición, no entró en temas políticos y pudo posicionar su agenda que, más que propuestas, solo se basaba en sembrar el temor contra una derecha a la que acusaba de pretender retroceder al país al ideario franquista.
Entre los gestos simbólicos más "sensacionales" de Sánchez fue intentar la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, cosa que no logró, pero parece que con el intento le bastó.
PUBLICADO: 28 de abril de 2019