¿Por qué cinco ceros y no seis? Algunas fuentes en la periferia política del gobierno dicen que la clave de la respuesta está en la propaganda.
El gobierno, especialmente el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, aparentemente se resistía a la idea de eliminar seis ceros al cono monetario, porque indicadores claves para la comunicación oficial quedarían reducidos a algo muy parecido a la nada y, en consecuencia, su uso podría generar un efecto negativo para el Ejecutivo.
¿Un salario mínimo reducido a poco más de 5 bolívares? ¿Anunciar bonos de 10 bolívares para celebrar el natalicio de Simón Bolívar, la firma del Acta de la Independencia, el Día de la Madre o un eventual triunfo de los Tiburones de La Guaira en el campeonato de béisbol? Nada de eso, Si hay que quitar más ceros, está bien; pero que no sean tantos.
Esta forma de tomar decisiones no es nueva, pero en momentos tan críticos como los actuales luce especialmente irresponsable. Uno entiende que el impacto comunicacional es clave en las decisiones políticas, tanto en el fondo como en la forma; no obstante, cuando las medidas son difíciles y necesarias, una cosa es pensar la mejor manera de comunicarlas y otra supeditar las decisiones a la imagen, a la "popularidad".
Las implicaciones económicas de las decisiones anunciadas este 25 de julio por el presidente Nicolás Maduro son altamente complicadas. La sensación generalizada es que no se resolvió nada en el fondo y se crearon nuevos problemas. El primero es el manejo cotidiano del cono monetario.
Acertadamente, el economista Alejandro Grisanti comparó la decisión de los cinco ceros con aquella del ex presidente Hugo Chávez de atrasar los relojes media hora, cuando los husos horarios se establecen en horas completas.
La reprogramación de las rutas del transporte aéreo, la definición de las programaciones en los canales por suscripción, las jornadas en la industria y el comercio, cualquier cosa que supusiera el establecimiento de un horario comenzó a regirse por un patrón ilógico e infuncional.
Lo mismo pasará ahora y ya se verán las tablas de reconversión por todos lados, porque hasta los mismos economistas que intentaban explicar las decisiones del gobierno tendían a complicarse para sacar las restas y establecer las equivalencias. Imagínense entonces a los pequeños comerciantes, a las muchachas en las cajas registradoras, a los consumidores, a todas las personas que vayan a hacer una transferencia bancaria.
Después de muchos años como testigo de la evolución económica de este país, tengo muy claro algo que descubrí desde el principio: los presidentes no deben hacer anuncios sobre la materias complejas. La comunicación de estos asuntos debería quedar en manos de los funcionarios expertos, por supuesto bien asesorados por los especialistas en comunicación.
Cuando los presidentes hablan de cosas que, evidentemente, no entienden generan confusión y, desde su posición, eso es especialmente grave y pernicioso. ¿Qué significa atar el bolívar al petro, por ejemplo? ¿Una reforma monetaria? ¿Una reforma cambiaria? ¿Sobre qué paridad se ajustarán los balances contables? ¿Cómo se expresarán las variables monetarias en el BCV? ¿Qué impacto concreto tendrá este "anclaje" sobre la economía y las vidas de los ciudadanos? ¿Tendrá algún impacto, de hecho?
Lo concreto es que el presidente Maduro es incapaz de explicar un asunto tan complejo y abstracto como la política monetaria, pero es que tampoco aparece un vocero calificado que lo haga. En consecuencia, la sensación que el gobierno deja, especialmente en los actores económicos, es de pesimismo y mayor incertidumbre.
¿Qué podemos esperar? Sin entrar en más números, parece evidente que el clima económico será peor. En dos platos: el gobierno asumió la atroz devaluación y pérdida del poder de compra de la moneda sin tomar una sola medida eficaz para revertilo, y además despojó oficialmente al bolívar de su capacidad fiduciaria, ya tremendamente menguada.
Sea fuerte o soberano, que el bolívar descanse en paz.
PUBLICADO: 26 de julio de 2018