Algunos buscan empleo desde Venezuela antes de irse, otros se van a ver qué consiguen. Muchos profesionales se han ido sabiendo que no ejercerán sus carreras en mucho tiempo, otros, simplemente recogen sus maletas y sin planes se lanzan a una aventura. Emigrante Errático es la crónica audiovisual de dos fotoperiodistas que emigraron de Venezuela con el plan de vivir como voluntarios, ofreciendo su capacidad de trabajo y conocimientos para sustentar su viaje. Un año, varios destinos, toneladas de papas cosechadas, una vendimia, nuevos equipos fotográficos y muchos aprendizajes son el saldo de una particular aventura.
María Alejandra Almenar / @Mariale_Almenar
Fotos: Mike González /Dagne Cobo
La migración venezolana es un fenómeno nuevo en nuestra historia y ha pasado por varias etapas. Tantas experiencias como emigrantes existen pero la mayoría tiene en común la motivación de escapar de la crisis social y económica de un país que se cae a pedazos. La planificación de una migración tiene diversas etapas pero sin duda, la forma de obtener los fondos para mantenerse una vez que se llega al país de destino es la principal preocupación de todo aquel que toma la decisión de dejar su hogar para emprender una nueva historia.
Emigrante Errático es el proyecto personal de una pareja de fotoperiodistas que decidieron irse de Venezuela en una aventura como voluntarios, queriendo vivir una migración diferente: menos traumática y con la premisa de aprender al máximo con una mínima inversión inicial, compartiendo su experiencia a través de sus redes sociales construyendo un portafolio vivencial de su nueva vida nómada.
Irse demasiado
Cuando Mike González (@Mike_gonzalezm)y Dagne Cobo (@kayoyando) pensaron en emigrar, inicialmente fue con la necesidad de salir por un tiempo de Venezuela luego de una intensa temporada cubriendo la fuente periodística de política y sucesos para distintos periódicos del país, siempre con la mirada puesta en regresar a seguir trabajando. Quizás por ello, buscaron una forma de emigrar que fuera lo menos traumática posible, y en su búsqueda dieron con el trabajo voluntario. "La motivación para que nuestra migración se hiciera un proyecto fue contar con nuestra experiencia, que era diferente de lo que veíamos en otros casos de emigrantes. En un principio teníamos el plan de emigrar como todo el mundo lo hace, pero luego nos topamos con esta opción de emigrar viajando y vimos que teníamos las herramientas como fotoperiodistas para contarle a otras personas y entusiasmarlos a viajar como nosotros lo hicimos”.
Así nace el proyecto Emigrante Errático (@emigrante_erratico) una bitácora audiovisual en el que los viajeros narran su experiencia como emigrantes voluntarios, muestran su día a día como trabajadores y una íntima mirada a su evolución como joven pareja y que entre muchos otros cambios, ya les hace ver el regreso, cada vez más lejos.
El paso a paso de una partida
El hecho de que estos viajeros tengan una vida errante, no hace que sea desordenada. Vivir del trabajo voluntario requiere de una estricta planificación y a su vez de mucha flexibilidad. Mike González cuenta que su proyecto tuvo una etapa previa de seis meses en los que se dedicaron a organizarse. Decidir el destino fue la primera etapa y afloraron las preguntas que la mayoría de los emigrantes planificados se hacen: cómo llegar al destino, de dónde obtener los fondos, qué hacer con las posesiones, y a qué dedicarse al llegar al mismo. Esta última pregunta fue respondida un mes antes de partir cuando decidieron hacerse viajeros voluntarios.
Salieron de Maiquetía el 7 de abril del 2017, aunque tenían como destino Santiago de Chile, su vuelo fue hasta Buenos Aires porque era el lugar más lejano que podían pagar con sus ahorros. El resto del camino lo hicieron por tierra, como lo revelan las primeras fotos que se pueden apreciar en su cuenta de Instagram.
Trabajar para comer
Lo novedoso de la migración de estos jóvenes es la forma de sustentarse. A través de la página web Workaway.com han conseguido la forma de ponerse en contacto con anfitriones que necesitan trabajadores voluntarios y que pagan sus servicios con hospedajes u otros beneficios como comida. Ante al rentabilidad de esta forma de vida, ambos fotoperiodistas coinciden en que es una forma de vida rentable en cuanto a que la inversión que ellos realizan es mínima y se reduce al traslado de un lugar a otro, sus gastos de sustento legal y de necesidades personales de aseo y ocio. Definitivamente no es una fuente de enriquecimiento monetario, pero sí de experiencias y aprendizajes.
En el caso de realizar un viaje largo o de querer incluir experiencias turísticas, el viajero voluntario debe encontrar la forma de obtener recursos económicos extra a lo cotizado en su trabajo “formal”, el cual en la mayoría de los casos consiste en asistencia, compañía, tareas domésticas o de oficios.
En cuanto al perfil del viajero voluntario, este debe engranarse con las necesidades del anfitrión. En la página de workaway estos pueden especificar qué tipo de necesidades tiene de acuerdo a las tareas que el viajero puede hacer y estos se postulan si se consideran aptos para realizarlas. Esto puede ir desde necesitar un arquitecto para una remodelación, pasando por practicar un idioma hasta el hacer trabajos físicos como labrar la tierra o trabajar en una vendimia como ha suido el caso de estos emigrantes erráticos.
Erráticos pero productivos
El trabajo como voluntarios ha sido la base para que Cobo y González puedan mantener su proyecto para viajar por el sur, pero no es la única fuente de ingresos de este proyecto. Dagne escribe una columna para El Estímulo en la que narra sus experiencias, por otro lado, ofrecen sus servicios como fotógrafos cubriendo de forma documental eventos corporativos, culturales o familiares. Son productores de eventos y además han aprendido un variado catálogo de oficios que los hacen aún más cotizables dentro de la movida como voluntarios.
Adicionalmente, están escribiendo un libro, tienen un emprendimiento culinario llamado “Cocina Migrante” y sueñan con tener un huerto cuando les llegue la oportunidad de establecerse.Sin embargo, la pareja cuenta que más allá de las ganancias económicas, las experiencias satisfactorias han sido innumerables.
Como anécdota cuentan que les tocó participar en una cosecha de papas en las que recogieron más de una tonelada y participaron en todo el proceso de venta de las mismas. Mike señala que llegar a un nuevo lugar es muy gratificante por todo el esfuerzo de planificación, ahorro y trabajo que implica. "En muchas oportunidades hemos tenido que limitarnos de hacer gastos porque necesitamos el dinero para movilizarnos a nuestro próximo destino, por lo que lograr llegar a ellos, es muy gratificante. Otra cosa es ver los resultados de nuestro trabajo y ver que trasciende al momento. Por ejemplo, el año pasado sembramos más de mil parras en un villa y ahora pudimos regresar para cosecharlas y participar en todo el proceso de la vendimia”.
La convivencia, el enriquecimiento cultural y las nuevas amistades, tanto con los lugareños como con voluntarios de otros países, es también otro insumo que suman a su lista, además de la renovación de sus equipos fotográficos que son –obviamente- sus posesiones más preciadas.
Ligeros de equipaje
Sin duda el trabajo como voluntarios y la vida nómada de estos comunicadores es tan intensa como particular. Las limitaciones económicas de su forma de vida muchas veces les han hecho nublarles el panorama del viaje y cuestionarse su proyecto. En cuanto a estos momentos duros, Dagne Cobo argumenta que los comparten con cualquier otro tipo de migrante que se limita de cualquier cosa que no sea necesaria, la diferencia está en que mientras la mayoría se limita y ahorran por establecerse, ellos lo hacen por seguir viajando.
Tres maletas atesoran las pertenencias de estos trabajadores. Pocos artículos, cámaras fotográficas, una computadora y muchas ganas de aprender y trabajar es lo que llevan de un lugar a otro para mantener su viaje.
Estos viajeros recomiendan a aquellos que quieren replicar su experiencia, ser muy planificados y organizados de acuerdo a sus recursos y estar dispuestos a cambiar sus sistemas de creencias. “La gente cree que nosotros estamos rompiendo el sistema. Nosotros no queremos convencer a nadie, sino vivir la vida que hemos soñado vivir. Pero para ello es necesario tener la convicción de que lo puedes hacer y tomar acciones en consecuencia aunque no sea sencillo. Esto más allá de la utopía de vivir recorriendo al mundo, requiere de mucha organización, ahorro y ganas de conocer más que a los lugares, a la gente. No se trata de hacer turismo, sino de viajar”, puntualiza Cobo.
Los próximos planes de la joven pareja son casarse, terminar su libro y seguir viajando. González define su futuro con la frase “nosotros estamos viajando lento”.
PUBLICADO: 02 de mayo de 2018