Por muchos años iniciaba la compra semanal sacando antes que nada el ticket de la carnicería, para hacer el resto de la compra mientras la cola avanzaba. Llegado el momento cercano a mi turno, me acercaba a la sección de carnicería y por lo general conversaba con otros clientes que a la vez eran mis vecinos en la urbanización. Tiempo atrás, o mejor dicho en la cuarta república, era común que te sirvieran café mientras veías como el carnicero hacia verdadera gala del uso de su cuchillo para eliminar la grasa que traen las grandes piezas de carne como el ganso, el pollo de res o el lomito. Al final de este proceso, salía con una bolsa que incluía todo lo que mi familia consumiría en una semana en materia de carne y pollo.
A la fecha ya no es posible acudir al automercado el día que más conviene, que por lo general es y era los sábados. Ahora el terminal de la cédula impone la visita y por ello incluso se debe faltar al trabajo. Además, ya no se puede ir al automercado de nuestra preferencia, ahora hay que ir a donde, según los rumores, hay productos regulados. Sin embargo, al entrar a cualquiera de ellos la impresión es triste y apocalíptica al momento de pasar por la carnicería y confirmar que carne no hay, y por ello tanto cavas como luces están totalmente apagadas, haciendo reminiscencia de un pasado mejor que posiblemente no vuelva, como tampoco volverá el simpático y ocurrente carnicero que sábado a sábado nos divertía con sus anécdotas.
Mario Gil
PUBLICADO: 08 de abril de 2015