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Hábitos en crisis

Para nadie es un secreto que en los últimos doce meses los venezolanos hemos experimentado un importante cambio en nuestros hábitos de consumo. Estos cambios se han producido ante la necesidad que tienen las personas de adaptarse a las duras realidades reinantes en lo que, según los estudios de opinión, constituyen sus dos principales preocupaciones: la inseguridad y el tema económico.

Por un lado, la inseguridad lleva alrededor de una década ocupando el primer lugar en la lista de preocupaciones en el país. Sin embargo, la intensidad de tal preocupación ha aumentado notablemente durante el último año. Comprar cosas que “no llamen mucho la atención” son expresiones comunes hoy en día. El sitio de la compra es otro hábito en el que la inseguridad influye. Por ejemplo, los estudios muestran cómo los centros comerciales se convierten cada vez más en una suerte de “refugio” para compradores de todos los estratos sociales, quienes van abandonando “las calles” en busca de un entorno que les brinde mayor seguridad.

Con respecto a la coyuntura económica, sus caras más sensibles las encontramos hoy en día en aspectos tales como la escasez, el desabastecimiento y la pérdida del poder adquisitivo.

La caída en la capacidad de compra obliga al consumidor a ajustar la estructura del gasto. A nivel de grandes grupos, los recortes en el consumo se han producido principalmente en diversión y esparcimiento, así como en ropa y calzado. Más de 70% de la población manifiesta que los ajustes más fuertes de su presupuesto los ha realizado en dichas áreas. De igual manera, el hábito de efectuar mercados quincenales y mensuales ha perdido terreno ante las compras de menor cantidad y mayor frecuencia, como las semanales e inter-diarias. Esto era algo común en los estratos socioeconómicos bajos, pero ahora se ha intensificado allí y ha invadido a otros sectores sociales.

Un cambio interesante en los hábitos de compra debido a la merma en el poder adquisitivo se refleja en el aumento del uso de tarjetas de crédito en supermercados: éste se ha duplicado en monto, comparado con doce meses atrás. Algo similar ocurre con el gasto en clínicas y farmacias, en donde el consumo a través del plástico se ha triplicado en comparación con hace un año.

En lo que respecta al desabastecimiento y a la escasez, vale la pena resaltar la diferencia, a nivel conceptual, entre estos dos términos. El primero es la ausencia de variedad o de presencia de algún producto en ciertos establecimientos, mientras que el segundo es la ausencia total del producto en una localidad, región o país. “En qué habrá desabastecimiento”, “en qué habrá escasez” y “en qué magnitud” son fichas que la actual administración ha manejado de manera tal, que han evitado un colapso generalizado en el sistema nervioso social –solo 7% de la población dice no encontrar nada de lo que necesita–. La estrategia ha girado en torno a la idea de que, si la cuerda va a apretar, que no ahorque. El por qué la cuerda debe apretar se debe a que la actual administración lo considera preferible a exponer a la población a aumentos de precios masivos. Estos precios, entonces, han aumentado, pero espaciados en el tiempo y de manera selectiva.

Lo cierto es que tanto el desabastecimiento como la escasez están presentes en nuestras realidades y han obligado a las personas a suprimir motivadores tradicionales como “utilidad”, “calidad” y “apariencia” por la oportunidad. “Uno ve una cola y primero se mete y después pregunta para qué es; sea lo que sea, uno lo compra.” Esta expresión, extraída de sesiones de grupos focales, resume en buena medida lo aquí indicado. A esta persona la mueve, por un lado, la satisfacción que genera la sensación de triunfo al haber encontrado algo que no se consigue –está entretenida “cazando” productos y lo toma como una victoria–, y por el otro, la ansiedad que genera el no saber si aquello, lo necesite ahora o no, lo podrá encontrar en el futuro, cuando quizás sí lo requiera. Adicionalmente, si no se consigue y hay que hacer cola por ello, “seguro que está más barato de lo que debería costar.” Y también puede servir para realizar trueques, ya que “puedo cambiárselo a un familiar o amigo por algo que sí necesite”. En otras palabras, los atributos de los productos que el consumidor utilizaba para decidir su compra han cedido a “lo que hay” y a “dónde lo hay”, una conducta que se ha dejado colar de una manera dúctil y lúgubre. 

Félix L. Seijas Rodríguez

Estadístico, Profesor Universidad Central de Venezuela (UCV).

Director de Delphos, C.A.

@felixseijasr


PUBLICADO: 03 de noviembre de 2014